lunes, 4 de enero de 2010

Solitario

Según los ojos que lo observen, el patio de una escuela durante un recreo puede ser, un caos, un paraíso infantil o una excelente manera de conocer la verdadera personalidad de los chicos.
Allí es dónde puede descubrirse que ellos disfrutan ese ratito de independencia y pueden decidir a qué quieren jugar y con quién.
Desde su ingreso a primer grado me llamó la atención los extraños movimientos que realizaba ese nene durante los recreos. En más de una oportunidad traté de acercarme y no me costó demasiado darme cuenta de que jugaba solo.
Mis esfuerzos por enviarle compañeritos para integrarlo al resto fueron nulos. Si bien a veces aceptaba jugar una mancha o una escondida, minutos más tarde lo observaba nuevamente inmerso en su mundo.
Cuando al fin llegué a recibirlo como alumno, descubrí que a lo largo de cada jornada escolar él llevaba adelante una historia en la cual tenía que salir triunfante de variadas y excitantes misiones. Durante las mismas se enfrentaba a malvados dragones que hechaban llamaradas de fuego por sus fauces o perseguía a bandas de espías internacionales. Todo. Todo aquello era el reflejo de sus cuentos. Él los recreaba y luego, como un verdadero profesional de las letras los dejaba escritos para siempre en las hojas de su cuaderno.

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