Hace tantos años que
cuento esta historia que ya no me acuerdo quien la escribió, o quien la
contó por primera vez. De tanto contarla se transformó en leyenda
Tal vez me pasó a mí
y prefiero no acordarme, o quizás cuando
la escuchen crean que ustedes fueron los protagonistas.
Dicen que al nacer
todas las personas tenemos alas.
Inmensas, plumosas, brillantes. Podemos volar libremente, imaginar, crear. Nos
animamos a aprender sin miedo al ridículo ni a equivocarnos.
También dicen que al ingresar al Jardín las señoritas les
dan un recorte a nuestras alas justo en el momento de formarnos en el trencito, para
no molestar con tantas plumas.
Y al llegar a la
escuela primaria las alitas son recortadas otra vez , al comparar el cuaderno
con los de los otros, al decir que un trabajito esta feo o desprolijo, al no
valorar el esfuerzo
Al escuchar, vos no sabes nada, no podes, te sale mal.
Cuentan que antes de
terminar la escuela secundaria a los
seres humanos no nos queda ni una pluma
de aquellas alas.
Por eso hoy les
pido que me den una mano, que me ayuden a esconder las tijeras.
Que nos comprometamos
a permitir que estas alas se desplieguen, crezcan en creatividad, sin miedo al
fracaso, aprendiendo de los errores.
De nosotros depende
que se animen a volar.